jueves, 15 de enero de 2009

"Y no sabe nada. Es como el peoncito de dama que remata la partida sin sospecharlo"

Su cazadora en la silla, una carpeta roja debajo de una muestra de El País de un martes (tachón) miércoles, estamos a miércoles 14, debajo de un Código Penal usado y medio roto. Tarda un día o día y medio en apareccer, una sombra de color que aparta la silla, mete las piernas bajo la mesa y desplaza el periódico. En su carpeta hay caras, caras grises en distintos planos pero casi siempre primer plano. Un Humphry Bogart, Audrey Hepburn, Marlon Brando, Cary Grant, Marilyn Monroe, Gregory Peck (cómo me gusta Gregory Peck, qué estilo), Katharine Herpburn y por supuesto James Dean fumando. Hay un chico arriba a la izquierda, en la esquina, sonríe y lleva platos sucios en la mano, no sé quién es. Ahora se echa hacia atrás y paro de escribir porque tantos nombres juntos.

Aún no le he visto muy bien la cara porque está tan cerca y tengo que girar tanto los ojos, pero sí sus manos. Es bastante mona, lo digo por la ropa y por el pelo, que algo se intuye, pero sus manos no concuerdan mucho con su estilo, ni uñas pintadas, ni largas, ni anillos. Limpias, bonitas. Muerde el bolígrafo un poco, se rasca la cabeza, se toca la nuca. Consulta un par de veces el Código, sigue echada hacia atrás y veo un collar de bolas de colores.

Me levanto y cuando vuelvo minuto veinte después ya ha cogido el periódico. Tengo algo en el estómago que me sube cuando mira la extensa hoja izquierda y paro de escribir no vaya a. En el lomo de la carpeta tiene un pequeño búho que mira serio y está a punto de escaparse, pero no voy a ser mala y me voy a callar. Tengo un poco de hambre y ella lee tranquila, cómo pasa las hojas, una, ahora otra, otra más, desde la esquinita y con lentitud y el ruidito del periódico y ahora que se toca una oreja. Ya es tarde pero me acabo de fijar en su estuche que es una mariquita gigante donde guarda bolígrafos y subrayadores de colores, imagino. Y ahora ya se cansó y dobló el periódico en dos horizontal, metió su mariquita en el bolso para que no eche a volar, y ésto justo cuando yo me iba. Tuve que hacer que leía o pensaba un rato más porque sino vaya casualidad y tampoco era cuestión.