sábado, 18 de marzo de 2006

San Pepe

Tren de las 9.22, viaje de hora y media. Cuesta pronunciada adornada con sendas estatuas de marineros sacando una red del agua y una hilera de caballos ascendiendo por un torrente, cada uno más arriba que el otro. Autobús durante media hora y caminata a través de las distintas facultades.
Llegamos!
Dejamos maletas en habitaciones que parecen recién abatidas por un mini-huracán, cojemos las botellas de mocho y allá vamos! Mucha gente, nosotros tres y trozos de hierba desocupados por el momento, nos tumbamos y compramos por un euro 10 "cartones" para participar en el bingo de las 14.00 Me faltó un solo número (71)!! Hacemos de comer (más bien hago) y nos vamos a la sala del futbolín, somos unos 12 y la pasta salió un pelín sosa, pero buena.
A la tarde seguimos de carallada, hay el doble de gente que a la mañana. Miles de cambadeses, somos una plaga! Concierto y saltos, y personas que sólo las conocías de vista y que no veías 6 años atrás, te saludan y se paran a hablar contigo.
Ojos rojos y más mocho.
Ya son las 9?? Party-bus!! y mientras se dirije a la ciudad, no paran de salir de nuestra garganta cancións da nosa terra, somos galegoooos!! Llegamos, cenamos... Salimos... salvan un sofá de un vertedero y lo llevan al paseo marítimo. Friends hace tanto daño... Mientras cantamos canciones do xabarín descubro cosas sobre la letra que no eran como yo pensaba. Mocho y palabras se funden. Es hora de partir. Y pubs donde suena Led Zeppelin y otros con Jamiroquai. Baile y risas. Más gente cambadesa y ya es muy tarde. Se arman un cristo para pillar los taxis pero al final conseguimos nosotros uno. Se acabó. Viva San Pepe!!!

miércoles, 15 de marzo de 2006

Santiago

El Domingo, cuando hice mi recorrido desde la estación de tren a mi piso, Santiago me olió a Barcelona. Sí, con ese particular y dulce aroma que me trae tantos recuerdos, de esa Barcelona infantil y enorme, llena de lugares preciosos, esa Barcelona tan bella y fugaz...
Pero no fue hasta el día siguiente, primer día no oficial de primavera, cuando me di cuenta de que Santiago es una ciudad. Ya lo sabía, desde luego, pero mi conciencia no. Hasta que ayer fui a pasear por sus calles sin un destino fijo y, con ese sol radiante, contemplé sus calles y su gente.
Durante hora y media me dediqué a pasear y a dejar que mis pies se moviesen libremente por esa ciudad recién descubierta. Pero los descubrimientos no quedaron ahí porque también descubrí ayer que Santiago son dos pequeñas ciudades: la zona nueva, llena de gente, propaganda, tiendas y coches y la zona vieja, casi vacía, con iglesias, calles de piedra preciosas y caminos estrechos.
Me dejé llevar, primero detrás de aquella chica que era un clon de Lucía y después detrás de una pareja de turistas sudamericanos. Y así estuve, persiguiendo gente sin nombre, hasta que tomé mi propio rumbo y heché a volar por mi cuenta. Me quedaba impresionada con cada calle nueva que descubría y me perdí entre sus piedras, tanto metafórica como literalmente hasta que la alarma de mi móvil puso fin a mi viaje medieval. Media hora después empezaba mi clase de inglés, así que me dediqué a perseguir a gente de nuevo hasta que sus pasos me condujeron a calles más transitadas y que me resultaban familiares en las cuales me orienté por fin y regresé a la época contemporánea, llena de coches y tiendas.

viernes, 10 de marzo de 2006

Lady Botellón

Jueves, 10 de Marzo, segundo aviso de los vecinos de los de la derecha, que consiste en portazos que dan en la pared que comunica con la nuestra del salón. Y aquí estamos, 7 personas reunidas y tercer aviso de ellos. Berta, Yolanda, Alicia y nosotros. Día de mucho alcohol, muchos amigos y poco botellón multitudinario aunque mucha televisión multitudinaria. Pero ya sé como se llama Lady Blue, se llama Isa! aunque no le pegue nada.

jueves, 9 de marzo de 2006

Hoy

Estoy aquí, tirada en el sillón y de muy mala ostia y no se por qué... No lo sé. Hoy fue un día relajado, tres horas por la mañana que acabé sin tomar ningún tipo de apunte en civil porque ya había forzado demasiado la vista en las dos primeras horas y no me apetecía forzarla más (pues mis pupilas seguían dilatas). Hice un par de recados, llegué a casa y me puse a ordenar, limpiar, hacer la cama.. etc y me senté en este mismo sillón, en el que estoy ahora, a leer. Comimos (pollo a la cerveza (heineken)), charlamos y continué leyendo toda la tarde, me conecté un rato y me dirijí a eso de las siete y media a casa de mi hermana, estuve cerca de una hora con ellas y me vine otra vez. Recibí la visita inesperada de mi prima Celia y a Yolanda la vi de refilón, como quien dice. Y estoy de una mala ostia que no me aguanto. Así que puse Green Day a fuego y dejé que mi frustración llegase a su punto supremo y eso consiguió que me bajase un poco y hasta llegó a esfumarse durante un tiempo pero ha vuelto y no se como volver a deshacerme de ella porque son altas horas de la mañana y no se puede poner más música. Sólo me queda esperar, leer, dormir... que mañana será otro día y el macrobotellón, del que ya mucha gente está cansada de él incluso antes de haber asistido, me esperará junto con todos los de mi clase...

martes, 7 de marzo de 2006

Oculista

Llego con unos diez minutos de antelación. Después de rodear la plaza me siento en un borde de las escaleras y la cuesta que bajan de ella, una especie de banco. Y espero..... Rojo, azul, blanco, gris, blanco... Uno, dos, tres, cincuenta... así pasan los coches, unos detrás de otros, pero no pasa el coche que espero. De repente veo su color y me levanto rápidamente, hasta que me fijo en el modelo y me llevo una desilusión y vuelvo a desplomarme en el asiento.
Rojo, azul, blanco, gris, blanco... vuelven a pasar... Personas, personas y más personas... y nadie viene a buscarme.
Consulto mi reloj quince minutos después de haber llegado, me impaciento y cambio de banco y vuelvo a consultarlo 5 minutos después. Quizá se haya confundido y me esté esperando en otra plaza. Me levantó y cruzo a la acera de enfrente porque mi desesperación alcanza un nivel alto, pero allí me quedo, apoyada en un escaparate. La gente, de paso que contempla el escaparate me mira, así que vuelvo a cambiar de lugar y me quedo mirando a la carretera.
5 minutos más... Tomo la decisión de ir a otra plaza, en la que puede que me esté esperando, pero mis pasos son lentos porque pienso que, quizá, llegue a la plaza que acabo de abandonar.
Llamadas de teléfono, teléfonos apagados, teléfonos que no contestan... Al fin, mediante dos personas me entero de donde está y hacia allá me dirijo corriendo. Se había equivocado de plaza. Y, para colmo, tardamos 20 minutos en llegar por no hacerme caso y no haber preguntado desde el principio. Y es que así es mi padre, despistado como sólo la familia Martínez puede serlo.
Y aquí estoy yo, en la sala de espera, con mi hermana de 9 años a mi derecha leyendo una revista haciéndose la intelectual. La música está a un volumen imperceptible, que sólo permite ser escuchada durante los dos segundos en que se quedan las dos salas de espera (una para niños con juegos y otra para adultos con revistas) en completo silencio. Y es una pena que no haya más silencio porque con lo poco que pude escuchar, sé que se trata de la banda sonora de Amélie. Ahora suenan los acordeones despacio, es el inicio de una canción que no lograré escuchar por completo.