jueves, 31 de julio de 2008

Cuando Arakuine lloró, le hicieron una canción. A mi perro se la compondré yo.


A mi perro rubio le duele el corazón. No come, no camina, no ladra. Se ha quedado sin voz. Son síntomas todos ellos de un mismo mal. Me lo ha confesado en bajito y con los ojos rojos de tanto llorar. He tratado de consolarlo lo mejor que he podido, pero un corazón roto no conoce consuelo que lo repare. Le he dicho, también entre susurros, que era el perro más guapo de la ciudad, que yo lo seguiría queriendo siempre. Era como ponerle una tirita en alguno de los pedazos.

viernes, 18 de julio de 2008

Las oportunidades hay que atraparlas deprisa, sin dudar


Una silla en un cuarto oscuro, vacío, frío. Una silla de madera, un cojín color crema. Encima, un cuerpo. Piernas caídas, torso echado hacia atrás, la cabeza colgando en el respaldo. Los brazos a cada lado muestran sus muñecas sedientas. La boca entreabierta, los labios ya secos. Ojos cerrados, imaginados color miel. Pelo castaño claro, retazos de una niñez dorada. ¿Respirará? Camiseta ligeramente abierta. Un halo la cubre. Y lo más extraño de la situación: una flecha escarlata de enormes dimensiones le atraviesa el pecho. En su cara se dibuja la placidez.

domingo, 13 de julio de 2008

From her to eternity

Natalia, alguna vez me lanzaré al mundo con tu nombre, es un nombre de princesa birmana. Una vida plena, un recorrido envidiable, un intenso flujo de experiencias e ideas. Conversaciones metafísicas a la hora del té o conferencias brownoideas eternas.
Las ciudades tatuadas en el corazón de Natalia: Nantes, Beirut, Brandenburg... Sus ojos azules, sus arrugas piadosas, su aire a dama solitaria. La sabiduría de Natalia, su elegancia y compostura. Un ligero acento en cada lengua que sale de sus labios finos. Los amantes que recorrieron tu vientre y las caricias que te han regalado, Natalia. El manejo de sable, los bailes de salón, las trenzas antes del primer beso. El dolor. La guadaña, Caronte y su barca. Natalia de nuevo fumando, su pitillera de cuero, su zippo gastado, sus Gauloises azules. La identidad romántica francesa que nunca perdió.

sábado, 12 de julio de 2008

¿Seguirá mirando la pantalla?

Se levantará, con las dos manos apoyadas en la mesa, a cada lado del teclado. Hechará la silla hacia atrás, sin ruido en ese ciber inmutable. Cogerá su bolso de la silla y lentamente se alejará mirando al frente, a nada en particular. Quizá gafas de sol al salir, pero si sol con nubes, puede que una le tape la mirada. Collar y una pulsera diminuta. Pantalones grises, fular. Pelo recogido. ¿A qué hora cenará?

lunes, 7 de julio de 2008

El silencio de las cosas


En los últimos momentos, tu espalda. Hoy apenas he podido dormir. Se me taponan los oídos si pienso mucho en ti. Estoy sorda perdida. Ya te lo había dicho alguna vez, por ahí empieza todo, por los oídos taponados como respuesta al estímulo de tu voz o de tu cercanía.

No habrás notado nada, ni como te recorría la espina dorsal con el corazón, ni como presionaba ligeramente tus lunares minúsculos. No es por síntoma de especialidad, ni mucho menos, no fueron momentos especiales, los últimos. Pero los recuerdo específicamente, desde que me quité los zapatos encharcados hasta que abrí de nuevo el paraguas. Aquel gesto de tu mano, tu sonrisa con los ojos cerrados por un breve instante si tenemos en cuenta medidas objetivas...

Lo que no recuerdo es el camino de vuelta a casa en ese abril a pleno julio.