martes, 16 de octubre de 2007

No me abandones con tu paracaídas, decía una canción en otra lengua...


Sus dientes son blancos, blancos, blancos; sin comparación. Ella morena sólo una vez. Y ni la miraba: qué miedo, qué temblor. Las conversaciones prácticas no pueden ser de uno. Dijo mi nombre y saltó de fila. Una A de lata.

martes, 2 de octubre de 2007

y para eso me levanto temprano

Sóla. De nuevo. Otra vez en primero. Retrocediendo a mis catorce años, también con gafas. A quien le pediría ayuda cuando sangre es un misterio. Optaría por desangrarme, poco a poco, ponerme pálida y desmayarme. Es lo más fácil. Me gustan los desmayos, pero los no finjidos son más encantadores. ¿A dónde vas cuando te desmayas? ¿Un gato trajeado de ojos verdes te enseña su mundo? ¿Viajas a aquél país al que nunca podrás ir? Muchos interrogantes para los pocos minutos que tardan en darte una hostia que te despierte. En teoría. Yo me quedaría allí plantada, en una esquina del banco mientras personas mejor vestidas me pasan por encima para poder salir, lástima de un pasillo central.