domingo, 25 de noviembre de 2007

Aujourd'hui je romps ce long silence pour te confirmer tout ce que je t'écrivais il y a environ deux mois

Las señales. Mucha gente se motiva por ellas, como si fueran una pequeña botella a la deriva; sin fundamento. Un significado en la retina pero ya olvidado. Continente, contenido al vacío. Metáfora, real canica de arena. Anónima y autodidacta. Sin flagelos; intrascendente. Cientos de millas, kilómetros o mucho tiempo acumulado. Posibilidades remotas. Otra época y qué diría Rimbaud.


Escrito incongruente en manos ajenas peor condicionadas. Entonces impulso de soltarlas, dejarlas escapar en aquella excursión "científica", mitad de las Azores. Hermetismo solidario, cerrado, intangible. Un algo de cosas inútiles como aquel diálogo sobre amenazas inocentes rebosantes de superioridad; insultos menores a expensas del conocimiento. Aquella proposición de compañerismo para siempre en carrera inexistente. Para siempre, cuánto daño para ser sólo una afirmación; siempre he creído que las preguntas dolerían más.
Tantas, tantas cosas fútiles que me marean. Mi tostada quemada y Verlain disparando a fuego quemado.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Los solos y el cine

Era miércoles y estaba sola, eran las 10 y no llegaba. La zona vieja es engañosa, pero un tumulto de gente helándose al final de la calle indicaba el lugar. Llegaba a tiempo. Elegí acercarme por un costado a pasitos sigilosos. No fui hacia la puerta, no podría soportar tantos ojos. Llegué al cartel y me quedé a un par de metros, apoyada contra la pared, manos en los bolsillos y frío en la cara. Todo alrededor grupos y parejas. Esperé en mi rincón, cambiando la mirada cada vez que me cruzaba con otra, no me atrevía ni a prender el encendedor. Los minutos pasaban y las puertas seguían cerradas.
Era mucho más de media noche cuando eché la papeleta y comencé a andar. Esta vez no tenía prisa, ningún asiento solitario en última fila. Y fue cuando comenzó a surgir una historia en mi mente que no sería capaz de reproducir, como mis últimos sueños o las cartas a Quim Monzó. Me encendía un cigarro y comenzaba a sentir el frío y la noche, despacio y en pequeño.

(Los créditos unen a todos los solos del teatro)

jueves, 8 de noviembre de 2007

Si me lo pides así, claro que me sentaré contigo


Hay malos y buenos, feos y guapos. Todo varía y nada cambia, somos personas. Las indecisiones duelen y pueden atravesarte con espadas de plata y empuñadura de oro. Qué común. Los ojos pican y están rojos, como lo tomates cherry que tanto le gustan a mi madre. Ya no los compra, los traía por papá y a él, en el fondo, no le gustaban, pero se los comía por mamá. Enteros y de tres en tres. Una simbiosis que yo no entiendo y me pongo triste, como un camión sin Elvis que baile catala.

jueves, 1 de noviembre de 2007

"Lonxe de ti o mundo dame medo"


Noviembre, frío noviembre con castañas. Reunión en el asador, cerca del fuego. Nunca me gustaron las castañas, pero sí el Magosto. No había reglas, sólo teníamos que llevar un puñado de castañas picadas. Si no, volaban por los aires, intentando librarse de su destino en las llamas, un salto a la libertad. Recuerdo mucho a Beni, quizá porque era rubio de ojos azules y esos rasgos, con la cara llena de hollín, resaltan más que nunca. Yo no destacaba tanto, para mi era como un camuflaje, invisibilidad.

En esta época, años atrás, íbamos a la aldea de mis bisabuelos, ahora vacía. Allí hay un castaño gigante con un cartel blanco clavado, pero ya no recuerdo qué contaba. Junto al castaño, una mesa formada por dos bloques de cemento y coronada por una piedra redonda que hacía a las veces de tablero para la Escoba. A ambos lados, dos ó tres bancos donde, todos los veranos, los abuelos que antaño vivían allí son llevados de vuelta por sus hijos o nietos a pasar una temporada y curar cicatrices, penas y arrugas del corazón. Muchos recordaban a su mujer, el duro invierno o las vacas transitando libres entre las casas. Allí, en aquellos bancos tertulianos, revivían sus esperanzas y hablaban de la vejez, de la vida o del paisaje. Otros recitaban poesía, como mi avi el poeta, que recitaba hasta que ya no le quedaban palabras en la garganta.

En frente a esta mesa, había una pieda grande en forma de cuenco, lugar de juego de todos los niños que por allí estaban y que,tarde o temprano, se metían dentro y jugban con ella. Ahora creo que ya no existe o eso me había parecido escuchar algún día en una comida. Es extraño pensar como algo que formó parte de tu niñez puede importarte tan poco o tanto en ciertos momentos de morriña. Sería una pena que algún día volviera y no la encontrara. Sería triste.

Tengo ganas de volver, llevar mi cámara y recorrer sus calles vacías, sus casas deshabitadas llenas de frío y recuerdos. Pero hay algo muy dentro de mí que me costará perdonarle, pese a todo lo que este lugar hizo por mí.