miércoles, 9 de enero de 2008

Cómo llueve, qué barbaridad


No han querido venir. Les aterroriza la sóla idea de salir sin viento en la cara, pasear sin tu tacto en su piel y se lo he pedido, créeme, pero se han pegado a la cama, boca abajo, con esa fuerza que tienen, con los puños cerrados y las lágrimas hasta el suelo; cómo lloraban con la idea. Me han dicho lo que tantísimo los quieres. Y que irías a buscarlos, que los agarrarías entre tus dedos para besarlos en un sólo silencio, y se estremecen imaginando el continente, su suavidad, su forma, el perfil de tus labios los marea.
Te echan de menos, se les nota al respirar cuando miran por la ventana y en su inopia con lo rojo, tendrías que ver cómo miran los tomates, es asombroso. La profundidad de tu oído los vuelve locos. Ellas adoran la fragilidad de tus muñecas y acariciarte las venas con pasión. No sabes cómo lloraban los cuatro, y tu tan lejos.