viernes, 29 de agosto de 2008

No sé nada de mí


Los cabellos que se van

No me quieren a mí,

Sino al mar.

Y como un perro mojado, me sacudí el bar

Y las cervezas de más

Para esconderme del diablo.

Los gatos del callejón salen a observarme:

¿Qué se siente?,

En los tejados qué se siente.

sábado, 23 de agosto de 2008

Cuando escribí esto, aún no había mirado debajo de la almohada

Se han cumplido mis ruegos de medianoche: “Frío polar, frío polar, frío polar”. Con los ojos cerrados tan fuerte, con los puños apretando sábanas y los dientes mordiéndose. “Frío polar, frío polar, frío polar”. Los tobillos enroscados, las nalgas prietas, el ombligo cerrado. “Frío polar, frío polar, frío polar”.



Me he despertado con copos en las mejillas. Un muñeco de nieve me había preparado el desayuno como agradecimiento a mis ruegos horizontales, se llamaba Gerard. Le besé en la zanahoria y me regaló su sombrero de copa.

El cielo estaba lleno de ángeles sin plumas. Ascendían y ascendían hasta perderse allá arriba. Los árboles habían pelado y los trineos sobrevolaban las aceras.

Era nieve lo que veía. En las miradas infinitas, en las miradas perdidas veía nieve por todas partes, por eso las pupilas se me agrisaban tanto tanto. Nieve cubriendo las copas de los árboles, nieve cayéndose al mar, nieve en las canciones sin acabar y nieve en tu boca.

sábado, 2 de agosto de 2008

Un perro con el corazón roto en mil pedazos

Lo acompañé al adivino. En la bola de cristal todo se veía tenue, él lo entendió. Yo no. Y aún no lo entiendo. Una llamada me despierta con la frase más fea que escuché jamás, era horrible. No me he atrevido a tocarle, no una última vez, lágrimas baratas no. No he sentido su calor y eso me ha partido el alma. Se ha tumbado para siempre con uno de sus limones, nunca he conocido a un perro con mejor aliento que él. Tenía el corazón tan rojo y tan partido que no pudo más. Lo quería como a un príncipe.




Los perros van al cielo.