lunes, 17 de noviembre de 2008

La maldición del sueño (parte II)

Cuando Pola se dormía a mi lado, muchas veces yo no lo hacía. Desde pequeña me cuesta mucho dormir. Esta noche no he pegado ojo. Ocho horas cambiando de postura y pensamientos. Por eso le he encontrado un apellido a Pola. Pola Sueños. Es incoherente que se lo encuentre cuando ha dejado de ser Pola.

Las situaciones imaginadas se amontonaban en mi mente, me preocupó un poco porque ya no distingo muy bien la realidad, pero qué más da si es de noche y no hay nadie. En muchas sale ella, como si de verdad las hubiera vivido y pertenecieran al pasado. Estábamos en cama, un poco desnudas, y todo iba suave. Le decía cosas bonitas y le acariciaba el cuello, y ella como un tigre adiestrado, incluso como un gato si hace falta. Entonces me medio incorporaba con el codo en la almohada y la cara en la palma y le decía "qué guapa estás", y le tocaba el pelo, casi sin rozarla. Ella sonreía de esa forma.

Hacer de psicóloga y paciente a la vez es un poco difícil, pero si me fijo bien, puedo intuir que el culpable es el desperdicio del tiempo. El no haberme dado cuenta de que era feliz, de que ella me hacía feliz, y aprovecharlo. Besarnos más, bailar juntas, hacerle el desayuno. Por eso, tal vez, ella me diga ahora te quiero con más frecuencia que cuando me podía salvar.

Mia sin salvación. Ni botas altas, ni antifaz.