viernes, 18 de julio de 2008

Las oportunidades hay que atraparlas deprisa, sin dudar


Una silla en un cuarto oscuro, vacío, frío. Una silla de madera, un cojín color crema. Encima, un cuerpo. Piernas caídas, torso echado hacia atrás, la cabeza colgando en el respaldo. Los brazos a cada lado muestran sus muñecas sedientas. La boca entreabierta, los labios ya secos. Ojos cerrados, imaginados color miel. Pelo castaño claro, retazos de una niñez dorada. ¿Respirará? Camiseta ligeramente abierta. Un halo la cubre. Y lo más extraño de la situación: una flecha escarlata de enormes dimensiones le atraviesa el pecho. En su cara se dibuja la placidez.