martes, 7 de marzo de 2006

Oculista

Llego con unos diez minutos de antelación. Después de rodear la plaza me siento en un borde de las escaleras y la cuesta que bajan de ella, una especie de banco. Y espero..... Rojo, azul, blanco, gris, blanco... Uno, dos, tres, cincuenta... así pasan los coches, unos detrás de otros, pero no pasa el coche que espero. De repente veo su color y me levanto rápidamente, hasta que me fijo en el modelo y me llevo una desilusión y vuelvo a desplomarme en el asiento.
Rojo, azul, blanco, gris, blanco... vuelven a pasar... Personas, personas y más personas... y nadie viene a buscarme.
Consulto mi reloj quince minutos después de haber llegado, me impaciento y cambio de banco y vuelvo a consultarlo 5 minutos después. Quizá se haya confundido y me esté esperando en otra plaza. Me levantó y cruzo a la acera de enfrente porque mi desesperación alcanza un nivel alto, pero allí me quedo, apoyada en un escaparate. La gente, de paso que contempla el escaparate me mira, así que vuelvo a cambiar de lugar y me quedo mirando a la carretera.
5 minutos más... Tomo la decisión de ir a otra plaza, en la que puede que me esté esperando, pero mis pasos son lentos porque pienso que, quizá, llegue a la plaza que acabo de abandonar.
Llamadas de teléfono, teléfonos apagados, teléfonos que no contestan... Al fin, mediante dos personas me entero de donde está y hacia allá me dirijo corriendo. Se había equivocado de plaza. Y, para colmo, tardamos 20 minutos en llegar por no hacerme caso y no haber preguntado desde el principio. Y es que así es mi padre, despistado como sólo la familia Martínez puede serlo.
Y aquí estoy yo, en la sala de espera, con mi hermana de 9 años a mi derecha leyendo una revista haciéndose la intelectual. La música está a un volumen imperceptible, que sólo permite ser escuchada durante los dos segundos en que se quedan las dos salas de espera (una para niños con juegos y otra para adultos con revistas) en completo silencio. Y es una pena que no haya más silencio porque con lo poco que pude escuchar, sé que se trata de la banda sonora de Amélie. Ahora suenan los acordeones despacio, es el inicio de una canción que no lograré escuchar por completo.