jueves, 23 de febrero de 2006

Pasos

Mis pies caminan como si tuvieran plomo: uno... dos... Trato de retrasar al máximo mi inevitable destino, no me apetece estudiar.

- ¡Y una artesana! - Le dice a su marido, desde su coche rojo aparcado en doble fila. Él camina delante de mi y pasa de largo la panadería. Cuando se da cuenta, vuelve sobre sus pasos. El motivo de su despiste se debe a que la panadería se encuentra a ocuras, a puerta cerrada y, sobre ella, un triste cartel en el medio, encabezado por una cruz negra. Una madre y su hijo con bocas desencajadas lo leen incrédulos.
Mis pasos se hacen todavía más lentos al pasar por delante. El marido del coche rojo cambia de rumbo y vuelve junto a su amada.
Una luz se ha apagado en el mundo y parece que a nadie le importa. Todo continúa para ellos. Habrá que buscar otra panadería.

Sigo con mi paseo. Una chica adorna la calle en la esquina, con un fajo de panfletos en la mano ¿Quiero ser azafata?, me pregunta indirectamente. No, a mis 18 no me interesa. Y abandono el panfleto en la papelera de enfrente, destinándolo a un final de llamas, quizá igual destino que el dueño de la panadería. Abandono a la chica que adorna la calle con su nariz roja.

Rojo está el semáforo y mientras espero que cambie, escucho conversaciones sobre ropa de verano y me parece tan irónica y ridícula la vida, que una sonrisa triste se me dibuja en esta cara, hasta que yo misma me doy cuenta de que la mía, mi historia todavía no se ha detenido.
Acelero mis pasos hasta divisar un bloque triste y gris en el que me esperan dos horas de lectura, repaso y memorización, pero también Lady Blue con su tema 8 preparado para mí. Y con indeferencia doy la última calada y me adentro en el mundo subterráneo, piso -2.