sábado, 2 de agosto de 2008

Un perro con el corazón roto en mil pedazos

Lo acompañé al adivino. En la bola de cristal todo se veía tenue, él lo entendió. Yo no. Y aún no lo entiendo. Una llamada me despierta con la frase más fea que escuché jamás, era horrible. No me he atrevido a tocarle, no una última vez, lágrimas baratas no. No he sentido su calor y eso me ha partido el alma. Se ha tumbado para siempre con uno de sus limones, nunca he conocido a un perro con mejor aliento que él. Tenía el corazón tan rojo y tan partido que no pudo más. Lo quería como a un príncipe.




Los perros van al cielo.