viernes, 16 de marzo de 2007

todo junto y apretadito es más personal

Me gusta hacer guarradas con el petit suisse. Mi Yaya los tenía por toneladas en su nevera catalana. Recuerdo que Mauro se los comía siempre de dos en dos. Mi hermana y yo nos peleábamos por el de base lisa porque sabía mejor. Cuando la Yaya hacía el mejor plato del mundo yo no tomaba petit suisse, ni me lavaba los dientes. Le dejó un reloj a mi hermana Laura, pero seguro que ella ni se acuerda. Yo aún la echo de menos. Mi tía fue la más rota de los tres hermanos. Tengo su imagen grabada en alguna venita, temblándole la voz y acabando en un llanto azul. Dormíamos siempre un día en su casa, en un sillón-cama y nos levantábamos a las seis de la mañana para ver a un pájaro precioso posarse en uno de los árboles que hacía de portería. Era la única vez que dormíamos los tres juntos, por eso yo me pedía el medio porque quería tener a Mauro a mi lado, a mi hermana no, pero no quería que Mauro estuviese también a su lado, lo quería todo para mí. En casa del avi tenía que irse a otro cuarto ya que mi hermana y yo dormíamos en camas gemelas, acunadas por los cuentos de mi avi, todas las noches de verano y semana santa, una historia diferente. Recuerdo con mucha simpatía aquella historia de gatos y gatas, era la primera historia con cierto tono sexual que escuchaba. Después nos persignábamos y a la mañana siguiente, como todas, íbamos a Plaza Catalunya y éramos felices con cien pesetas transformadas en comida para paloma. Es en esta época del año cuando todo me empieza a recordar más a Barcelona y con este tiempo no pasa un día sin que venga a mi memoria y mientras, voy tachando los días que quedan.