lunes, 5 de febrero de 2007

Accidente atraente

Me gustan los ordenadores de la esquina, son más solitarios y acogedores. Nadie suele mirarte por encima del hombro si estás en uno de éstos. Y es donde me quiero encontrar yo, en una esquina del mundo, sola, pensando. Pensando y actuando. Algo me dice que necesito mi espacio alejada del mundo que me conoce. Pero no me gusta la idea de separme de mis conocidos, de mis amigos; sin embargo algo me pide que lo haga, que me vaya lejos, lo suficiente para que nadie ni nada me recuerde esta vida.
Ya no tengo miedo a morir. Es uno de los monólogos que me salen últimamente, pero cuando lo hablo con mi madre se asusta y me mira de forma extraña, pero yo no tengo la culpa. Moriré joven, no me importa, seré como Elvis o Ian Curtis. También se lo he dicho a Pablo. Creo que él también se preocupó un poco. Hoy ha tenido charla conmigo. Dice que paso de él, que nota que estoy distante, que no lo echo de menos, que no sabe nada de mí, sólo cuando él toma la iniciativa. Le contesté que en parte tenía razón, que lo comprendía, pero que no podía hacer mucho más, que aunque no lo pareciera, yo también me estoy esforzando, un poquito, pero le dije que me costaba. Y lo comprendió, me dijo. No quiere agobiarme y yo no quiero que me agobie, pero esto no es cosa del querer. Quizá con tiempo, me digo a mí misma, pero quizá no, porque el primer día lo quise como no he logrado hacerlo después de un mes de relación.