jueves, 25 de diciembre de 2008

Fuera de tiempo, de tono, de vida


Julia lamiéndose la herida, así como a los buenos amantes, aún sin poder alcanzar grado, aún sin poder comer. Todo en tono purpúereo, violáceo. Las penas se le acumulaban en las mejillas y la hacían bella. Las gafas, sin saber por qué, se le ensuciaban a cada tiempo, a cada minuto como una venganza lenta e insana, accesible a cualquiera que mirase su rostro. Las frases que escuchaba le parecían lejanas y crueles, trataba de esquivarlas, manteniéndose ocupada en contemplar el muñeco de nieve contra la ventana del café. Qué estático. Aún así, lejos y contra voluntad, llegaban a su cerebro, tan pequeño y mimoso en los últimos tiempos. La herían sin querer, sin culpa. Y es lo que más despreciaba, no poder echársela a la cara a nadie. Reprochar es algo muy accesible, y fácil. No encontraba quien escuchara sus palabras manchadas de desprecio disfrazado, sí, pero desprecio. Joder, es duro. Mea culpa, si había alguna. Y qué débil soy, pensaba.