lunes, 8 de diciembre de 2008

Las mujeres deshidratadas son terribles

Nos dormimos o eso aparentamos, pero de repente mi mano en tu sexo y tú te mueves muy poco a poco pero te mueves, eso sí, muy poco a poco, como queriendo sin querer y entonces mi mano se convierte en sexo también y bucea entre tu ropa interior pero antes exterior y somos como dos peces que se buscan entre las algas, apenas sin ser conscientes de un encuentro, pero ésa es la realidad, que yo te busco y tú me encuentras o al revés, ya no sé. Mi mano convertida en sexo profundiza en ti, moviendo la colita de pescado, buscando una abertura entre esas algas espesas y tú del otro lado ya en ropa interior qué aterciopelada, qué fina; ya sin ella y la profundidad que me encoje y el agua entre tus escamas. Tu cuerpo que se mueve como un pececito fuera del agua con mi mano que es sexo donde ahora nada el tuyo y ya hay tanta agua que se te mete en los ojos y empiezas a sollozar mientras te agarras con una fuerza temblorosa a mí y yo que te abrazo y absorbo tus lágrimas que te resbalan sin querer, pero yo callada mordiéndome la boca por dentro para no decir nada fuera de lugar que estropee lo que ya está roto, entonces te acaricio el pelo y consigo mi propósito, que tal vez sea el tuyo, y te calmas con poco ruido y sin mala conciencia, porqué no. Así que intentamos volver a dormir, o por lo menos lo simulamos no vaya a ser.