miércoles, 4 de junio de 2008

"Ovillándose y desentendiéndose"

Cuando te convertiste en aquel punto azul eléctrico parpadeante, todo el cariño me bajó a las manos. Eran de repente tu lecho, tus sábanas hasta arriba, la cabeza enterrada más allá de la almohada: un bunker de calor. Mi boca respirando en tu cuello, sobre la vena de éste, sobre la sangre que circula por ella, sobre tus glóbulos rojos y sobre los blancos que recorren todo tu cuerpo. Tus piernas ya tiemblan, yo no me despego. En breve sin conciencia y te aprieto para que duermas bien, para que me sientas dondequiera que vayas, para que me puedas llevar si quieres, para poder llevarte si quiero. Los sueños no se obligan. Fue una de las primeras lecturas extrañas y pensamientos apolados. Qué imperativa sonaba, qué raro es vivir.