domingo, 25 de marzo de 2007

No se vengó

Siento que esto lo tengo que contar. Acabo de venir de mis más de cuatro horas con una sóla persona y vengo llena de buenos presentimientos, buen humor y grandes dosis de humanismo...
A eso de las siete y media de la mañana, el after de los Castis dio su fin y él decidió acompañarme. Yo sabía más o menos que lo iba a liar de alguna forma, él no. Le hice ir hasta la panadería más mítica, pero no entramos por la puerta de atrás como me decía él, sino por la de delante, y yo sóla me tomé un croisant compartido. Por primera vez robé una barra de pan y me sentí como Aladín, él me dijo que se sentía como Apu. Era la primera vez que robaba una barra y también la primera vez que me llamaban la atención por robar: "eso lo cojisteis en el hotel" "¿hotel? ¿qué hotel?" "no, no sé de que nos hablas..." se nos da fatal mentir, pero...
Hicimos una gran batalla de pan, odio reonocerlo pero me ganó, mermó mi barra en cachitos, uno a uno, como Beatrix Kiddo y su último oponente en el Hotel de las hojas azules: zas!, zas!, zas! y ya no tenía pan.
Luego de reir, llorar (yo) y contar historias sobre palomas y gaviotas, nos fuimos al parque. Yo me senté en uno de estos columpios de ahora, que tienen proteción por todos lados, para los bebés; de hecho, una persona de más de seis años de edad, no puede sentarse en ellos, pero eso a efectos da igual. Yo me senté y me balanceaba de tanto en tanto. Él se situó en una de las bases, apoyado, mirándome a mí, al mar y al suelo, pero no todo a la vez. Y hablamos y hablamos: que si derecho, que si arquitectura... blablabla Gaudí, Le Corbusier, Alvar Aalto, Mies Van der Rohe...
Es duro, tanto lo uno como lo otro... aunque apruebes todo, es duro y las comparaciones y los plagios también.
Pospuse mis ganas de besar para otro momento aunque me ardiese la boca... Aguanté bien, hermosamente bien con la luz en la cara y mis ojos marrones jugando al escondite de color.
¿Luego? luego una niña iraní en el parque, en el columpio que quedaba libre, balanceándose con sus tempraneras piernecitas. Su tutor en un banco, su sonrisa en mis ojos, mis manos dándole impulso cada dos minutos, sus oyuelos marcados y su mirada clavada en mí. La mirada de ambos.
-Eres libre, son más de las 10, te lo mereces
-No me quiero ir
-No lo hagas por mi
-Te acompaño
-¿Me tengo que sentir protegida o algo?
-No, sólo querida...